El origen del ruido – Cuento Zen

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Cuentan que hace mucho existió en un lugar de la extensa China  un maestro zen muy valorado y querido por todos. El hombre era un sabio al que muchos pedían consejos. Su fama se extendió tanto que no tardaron en llegar discípulos de todos los rincones del país.

Al principio el sabio estaba encantado de poder ayudar a los jóvenes aprendices, así que su fama aumentó más y más, hasta tal punto, que él mismo tuvo que comenzar a escoger a los que serían sus discípulos, ya que no podía atender a todos.

El tiempo pasó deprisa y el sabio envejeció. El maestro comenzó a cambiar de actitud, y su trato se volvió duro y arisco.

Los jóvenes aprendices que acudían a él, abandonaban aquel lugar un tanto sorprendidos por el trato recibido por el maestro. Y la fama de dulce y maravilloso maestro zen se transformó entonces en una creciente fama de  sabio arisco e intratable.

Los discípulos comenzaron a buscar otro maestro y poco a poco, el famoso sabio zen se quedó solo. Se dedicó entonces al cuidado de su jardín y a sus reflexiones en soledad.

Un día, un joven aprendiz, que había oído hablar tan bien, hacía tiempo, de este maestro, sorprendido por todo lo que se decía ahora de él, decidió ir él mismo y comprobarlo en persona. Y, a pesar de las advertencias de todos acerca de su mal carácter, el joven quiso conocer al anciano.

El chico llegó hasta la casa del maestro y llamó a su puerta. Nadie salió a abrirle. Pero vio que había una vela encendida, así que imaginó que el maestro estaba dentro. Volvió a llamar, y nada… Miró por una rendija y observó que el jardín estaba perfectamente cuidado:

– No puede estar enfermo- pensó.

Así que decidió esperar en la puerta a que le abrieran.

El pobre aprendiz pasó toda la noche a la intemperie. A la mañana siguiente, el anciano abrió la puerta y le dejó entrar a regañadientes.

El anciano dijo al joven que se sentara, y al hacerlo, le gritó:

– ¡Siéntate bien, con dignidad y no encorvado, estúpido!

El discípulo se sintió algo ofendido, pero le hizo caso y se sentó más erguido. Después, el anciano llegó con una tetera repleta de té recién.

¡Olía fenomenal!

Se sirvió la bebida en una taza, y al observar que el joven no paraba de mirar, le preguntó:

– ¿Quieres té?

El joven asintió, pero cuando el anciano sirvió el té en otra taza, se la tiró a la cara al joven discípulo. El chico no podía creer lo que estaba pasando, y dijo algo enfadado:

– ¿De verdad? ¿Es así como tratas a las visitas?

El anciano entonces cerró los ojos y empezó a meditar. Y el chico decidió hacer lo mismo. Pero entonces sintió una sonora bofetada y el joven abrió los ojos aún dolorido:

– Y bien- dijo entonces el maestro zen- ¿De dónde crees que nació el ruido de esta bofetada? ¿De la mano o de la mejilla?

El chico se quedó pensando y contestó:

– De mi mente, maestro. El ruido ha nacido de mis pensamientos y emociones, y partieron de mi mente.

El anciano sonrió y dijo:

– Por fin: eras el discípulo que estaba esperando.

Desde entonces, el anciano trató muy bien al joven discípulo, y él aprendió tanto, que se convirtió en el maestro más venerado y sabio de todos.

Moraleja: ‘Más allá de las apariencias, debemos buscar el origen del ruido en nuestro interior’

Cuento Zen

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