«Cuando me volví un amante pensé haber obtenido la Perla de la Meta; necio de mí,
ignoraba que esta Perla yace en el fondo de un océano con innumerables olas
que enfrentar y grandes profundidades que sondear.»
Hafiz
Lo real, la verdad, siempre nos interesa. El concepto que nuestra mente puede forjarse sobre la verdad, jamás es la verdad.
La idea que el entendimiento tenga sobre la verdad, nunca es la verdad.
La opinión que tengamos sobre la verdad, por muy respetable que aquélla sea, en modo alguno es la verdad.
Ni las corrientes espiritualistas ni sus oponentes materialistas, pueden conducirnos jamás a la verdad.
La verdad es algo que debe ser experimentado en forma directa, como cuando uno pone el dedo en el fuego y se quema.
Es dentro de nosotros mismos donde debemos descubrir y experimentar en forma directa lo real, la verdad.
Necesitamos explorarnos directamente para descubrirnos y conocernos profundamente.
La verdad llega a nosotros en forma espontánea cuando hemos eliminado todos los elementos que constituyen el «sí mismo», el «yo mismo».
Cuando el “sí mismo” queda reducido a polvo cósmico, la conciencia se libera para despertar definitivamente y experimentar en forma directa la verdad.
El buscador de perlas
Este bellísimo texto de Meher Baba expresa a la perfección cómo llegar a la Verdad.
Al principio el buscador de la Verdad es como un hombre quien, habiendo oído que una perla de valor incalculable puede recogerse en las profundidades del océano, va hasta la orilla del mar y primero admira la vastedad del océano y entonces chapotea y salpica en la orilla, y embriagado con esta nueva excitación, se olvida de la perla.
De muchos que hacen esto, uno, después de un tiempo, recuerda su búsqueda, aprende y comienza a nadar.
De muchos que hacen esto, uno se vuelve nadador experto y llega a mar abierto; los otros perecen en las olas.
De muchos nadadores expertos, uno empieza a bucearlos otros, entusiasmados con su destreza natatoria, otra vez olvidan la perla.
De muchos que practican el buceo, uno alcanza el fondo del océano y toma la perla.
De muchos que toman la perla, uno nada de regreso a la superficie con ella; los otros permanecen atrapados en el fondo, observando con asombro la perla.
De muchos que nadan hasta la superficie, uno regresa a la orilla.
Este es el Maestro Perfecto (Qutub) y Él enseña Su perla a los demás: los buceadores, los nadadores, los chapoteadores, y así los anima en sus esfuerzos. Pero El puede si lo desea, ocasionar que otro se vuelva poseedor de la perla sin que tenga que aprender a nadar y bucear.
Pero el Dios-Hombre o Avatar es el Maestro de Maestros (Qutub-al-Aktab) y puede dar posesión de la Perla a cuantos guste.
El Qutub es Perfección perfecta, pero está restringido por Su cargo respecto a Su ayuda a los hombres.
El Avatar está más allá de los límites de función; Su poder y los efectos de Su poder son ilimitados. La absoluta Perfección del Maestro Perfecto es la misma que la del Dios-Hombre. La diferencia entre ellos está en el alcance de su función. Una es limitada, la otra es ilimitada.
Imagen: Pinturas de Vladimir Kush
Mamen Lucas
Ona Daurada