Cada conducta tiene un nivel de anhelo o deseo superficial y un motivo más profundo y subyacente. Con frecuencia siento un deseo que más o menos se expresa de la siguiente manera: ”Quiero comer tacos”. Si me preguntaras por qué quiero comer tacos, no te respondería:” Porque necesito comida para sobrevivir”. Pero la verdad es que, en algún lugar profundo de mí ser, estoy motivado a comer tacos porque necesito comida para sobrevivir. El motivo subyacente es obtener comida y agua, aunque mi deseo superficial y específico sea comer un taco. Algunas de nuestras motivaciones subyacentes son:
- Conservar la energía.
- Obtener comida y agua.
- Encontrar el amor y reproducirse.
- Conectar y establecer vínculos emocionales con otras personas.
- Ganar aceptación social y aprobación.
- Reducir la incertidumbre.
- Alcanzar un estatus alto y de prestigio.
Un anhelo o deseo es solamente una manifestación específica de un motivo subyacente más profundo. Tu cerebro no evoluciona con un deseo de fumar cigarrillos o de navegar por Instagram o de jugar a videojuegos. En un nivel profundo, simplemente quieres reducir la incertidumbre o aliviar la ansiedad o ganar aceptación y aprobación social o alcanzar un nuevo estatus.
Tus hábitos son soluciones modernas a deseos ancestrales. Nuevas versiones de vicios antiguos. Los motivos subyacentes detrás de la conducta humana permanecen inmutables. Los hábitos específicos que realizamos difieren de acuerdo con el período de la historia en que nos encontramos.
Aquí hay un concepto muy poderoso: hay muchas maneras distintas de satisfacer el mismo motivo subyacente. Una persona puede aprender a reducir el estrés fumando un cigarrillo. Otra persona puede aprender a reducir la ansiedad saliendo a correr. Tus hábitos presentes no necesariamente son la mejor manera de resolver los problemas que tienes que afrontar, solamente son métodos que has aprendido a usar. Una vez que asocias una solución con el problema que necesitas resolver, empiezas a utilizarla repetidamente.
Las Predicciones
Los hábitos tienen mucho que ver con asociaciones. Estas asociaciones nos permiten predecir si un hábito vale la pena ser repetido, o no. Nuestro cerebro está absorbiendo información constantemente y advirtiendo las señales del ambiente. Cada vez que percibes una señal, tu cerebro inicia un simulacro que te permite hacer una predicción acerca de lo que debes hacer enseguida.
Cuando percibes una señal, la clasificas de acuerdo con tu experiencia previa y determinas una respuesta apropiada.
Cada una de estas predicciones tiene como consecuencia un sentimiento, que es justamente como definimos el anhelo, un sentimiento, un deseo, un impulso. Los sentimientos y las emociones transforman las señales que percibimos y las predicciones que hacemos y las convierten en una señal que podemos aplicar.
El anhelo o deseo
El anhelo surge cuando tienes la sensación de que algo te falta. Se trata de un deseo de cambiar tu estado interno.
El deseo es la diferencia entre el punto donde te encuentras ahora y el punto donde quieres estar en el futuro. Incluso las acciones más insignificantes están teñidas por la motivación de sentir algo distinto a lo que sientes en un momento determinado.
Los anhelos o deseos que siente y los hábitos que realizas son, en realidad, un intento de satisfacer tus motivos subyacentes fundamentales. En las ocasiones en que un hábito satisface un motivo de manera exitosa, tú desarrollas un deseo o anhelo que te lleva a repetirlo. Los hábitos son atractivos cuando los asociamos con sentimientos positivos, y es posible usar este conocimiento a nuestro favor en lugar de aplicarlo en detrimento de nosotros mismos.
Si quieres aumentar la posibilidad de que una conducta ocurra, entonces necesitas hacerla atractiva
Fuente: James Clear
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