El monstruo y la niña – Relato from Ona Daurada on Vimeo.
Entro en casa y oigo un grito, es la voz de mi hija pequeña de cuatro años.
Subo la escalera rápidamente y entro a su habitación, está de pie en la cama y me dice que un monstruo horrible está allí pero al entrar yo se ha escondido debajo de la cama.
Pienso un instante y le invito a que lo veamos juntos.
Mi hija me advierte lo feo que es y el miedo que da.
Insisto y nos agachamos para mirar debajo de la cama.
Le pregunto: -¿Lo ves?
Ella contesta que sí muy asustada.
Le planteo si puede hacerlo más grande, ella me mira asustada previniéndome sobre el desastre en que puede acabar todo esto.
Le digo que si ella lo ve puede hacer¬lo más grande, se concentra y lo agranda, parece que va a asustarse pero mantie¬ne el tipo bastante bien. Le pido algunos cambios más: que lo haga aún más grande, más pequeño, que le añada pelo, cambios de color al azul, al rojo, final¬mente se queda con el verde, le pone pelo por todo el cuerpo y lo acomoda a un tamaño que pueda coger con un solo brazo.
El monstruo vivió una temporada con nosotros, mi hija lo llevaba a todas par¬tes.
Semanas más tarde nos hallábamos comiendo en un restaurante, al finalizar y llegar al coche, la niña dice:
-¡Olvidé mi monstruo en la mesa del restaurante!
Su hermano mayor le contesta:
-Lo he cogido yo, tómalo.
Algo realmente hipnótico para las personas es ver reproducido su problema en otra persona.
Milton Erickson defendía que hay que introducirse en el relato del sujeto y arruinárselo desde dentro.
Dirigimos la energía y la vitalidad adonde dirigimos la atención
Se dice que construimos imaginariamente la realidad y que luego la vivimos experiencialmente.
Texto: Bernardo Ortín