El perdón

Una tarde, mientras Jesús, enseñaba a sus discípulos en Cafarnaún, Pedro le preguntó: «Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces? (Mateo 18,21).

Los doctores de la Ley Judía habían llegado a la conclusión de que un hombre debía perdonar a su hermano hasta tres veces. Porque, decían, Dios en las Escrituras perdonaba siempre hasta tres veces, y la cuarta vez castigaba. De estas palabras, los israelitas deducían que si el perdón de Dios se limitaba a tres ofensas, no había que pedirle a un hombre que fuera más misericordioso que Dios. Por eso no existía la obligación de perdonar más de tres veces.

Pedro, al proponerle a Jesús perdonar hasta siete veces, lo que hizo fue tomar los tres perdones de los israelitas, multiplicarlos por dos, y agregarle uno, son siete, el número perfecto. Y así, muy contento y satisfecho, pensaba haber dado un gran paso de generosidad, superando en misericordia a los maestros judíos. Esperaba, pues, escuchar las felicitaciones de Jesús.

Pero Jesús le respondió a Pedro de un modo inesperado y sorprendente: «No te digo que perdones hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete» (Mateo 18,22).

La expresión «setenta veces siete» quiere decir que se debes perdonar «siempre», sin poner límites. Que el perdón no debe ser una excepción, o un favor que le hacemos a alguien, sino parte de nuestra vida.

¿Qué es el perdón?

El perdón es el “olvido” por parte de una persona de una falta cometida contra ella, o contra otros, por otra persona y no guardarle rencor ni querer castigarle por ella. Comienza por la decisión de no vengarse, el deseo de venganza, rabia, odio, impide que llegue el perdón, nos arrastra a mantener viva la herida y el dolor, a repetir situaciones, nos priva del derecho al cambio, nos mantiene en nuestro rol de víctima.

Perdonar es una conducta libremente elegida de compromiso y determinación, consiste en un cambio de conductas destructivas voluntarias dirigidas contra el que ha hecho el daño, por otras constructivas.

Generalmente no es algo que se hace en un momento dado sino que conlleva

un proceso continuo que se va profundizando y completando a lo largo del tiempo.

Perdonar no es sólo olvidar

El proceso de perdón exige una buena memoria y una consciencia lúcida de la ofensa. La memoria curada se puede liberar y emplearse en actividades distintas. Perdonar requiere más que un acto de voluntad, el perdón es resultado de un aprendizaje, no es un proceso instantáneo y definitivo. No es que yo quiero y perdono y punto. Perdonar no puede ser una obligación: o es libre o no existe. Es gratuito y espontáneo.  Perdonar no exige renunciar a nuestros derechos. Mientras la justicia se  ocupa de restablecer sobre una base objetiva los derechos de la persona perjudicada, el perdón responde en primer lugar a un acto de benevolencia gratuita, lo que no significa que al perdonar se renuncie a la aplicación de la justicia.  Perdonar no es una demostración de superioridad moral. Algunos perdones humillan más que liberan.

Cómo llegar al perdón

Para poder trabajar el perdón vamos a analizarlo en cada una de sus etapas:

1. El perdón comienza por la decisión de no vengarse, requiere introspección, supone un ejercicio de libertad al no dejarnos llevar por la emoción sentida en el momento de la ofensa. Supone seguir creyendo en la dignidad del que nos ha herido.

2. La reconciliación, que depende de ambas partes, es la vuelta a la conciliación previa antes de la ofensa. Es voluntaria, libre y gratuita.

3. Sanación: Es individual y surge espontáneamente después de haber perdonado y tras la reconciliación. Si no se diera la reconciliación porque una de las partes no reconcilia o no perdona, la otra puede sanar pero por medio de la voluntad de hacerlo. Sin embargo, para que haya sanación es imprescindible que haya perdón.

¿Qué actitudes favorecen la superación de estas tres etapas?:

Para favorecer el perdón, hay que trabajar la empatía. Para favorecer la reconciliación, juntar en lugar de separar. Y para favorecer la sanación

es necesario trabajar la reflexión. Las personas empáticas y reflexivas sanan y perdonan más y mejor. Además, el perdón sólo puede alcanzarse desde un estado mental y emocional concreto. Es decir, el perdón sólo puede alcanzarse separado de la emoción que provoca la ofensa, separado en el tiempo de la experiencia que hace daño.

El perdón es un puñado de sentimientos

 que a veces nos acaricia cuando el alma llora.

Mario Benedetti.

Imagen: Irina Vitalievna

Mamen Lucas

Ona Daurada

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