Independientemente de que seamos conscientes o no, nuestros gestos, nuestra forma de movernos y actuar, influyen notablemente en la opinión que los demás tienen de nosotros. Todo gesto es una síntesis de varios movimientos. Los gestos pueden ser armónicos e inarmónicos. Los movimientos
A veces nos sentimos atraídos o incómodos con algunas personas y no sabemos muy bien porque, a menudo se debe a su manera de gesticular, aunque también puede ser por sus rasgos faciales, el color o textura de la piel, la mirada u otra característica que nos hace despertar afecto o rechazo pudiendo llegar al amor u odio.
El estudio objetivo de los movimientos, de los gestos involuntarios, es una fuente inagotable de información caracterológica.
La grafología, por ejemplo, que se basa en el estudio específico de un gesto humano, la escritura, se ha convertido en una ciencia dentro de la psicología moderna, pues constituye una huella permanente de nuestra forma de ser y que además va cambiando a lo largo del tiempo con nuestra evolución como persona.
Las danzas son un reflejo de la historia cultural de un país o de una raza y nos dan claves para conocer la estructura psicológica de las emociones colectivas de un pueblo. Nuestras extremidades son los órganos rítmicos del cuerpo y reaccionan de forma refleja al estimulo de la música.
Todo gesto es una síntesis de varios movimientos
Los gestos pueden ser armónicos e inarmónicos. Los movimientos de algunas personas nos cautivan por su gracia y elegancia, son personas armónicas. Mientras otras, tienen movimientos entrecortados y abruptos y nos producen la sensación de torpeza y desarmonía.
El andar es la suma de diversos movimientos musculares perfectamente coordinados, y lo mismo ocurre con cualquier actividad que realicemos.
Como los gestos provienen de un mecanismo psicomotor extremadamente complejo, son muy sensibles a los trastornos emocionales o nerviosos.
Con los estados de ánimo positivos (buen humor, tranquilidad, alegría, euforia, etc.) se estimulan los músculos tensores, mientras que con los influjos negativos (miedo, ansiedad, odio, etc.) predominan los músculos extensores.
Las sensaciones agradables inducen a movimientos de flexión y las desagradables a movimientos de extensión.
¿Qué dicen nuestros gestos?
Hay gestos autoprotectores, como sí la persona quisiera acorazarse. Así vemos que cuando una persona se siente herida en su dignidad, instintivamente se envara, echa la cabeza hacia atrás, levanta los hombros y separa las manos del cuerpo. La rigidez muscular es una consecuencia directa de la rigidez interna.
Por el contrario la persona que se siente feliz se hace más pequeña, porque la felicidad relaja la tensión muscular, los hombros avanzan ligeramente, los brazos y las manos se quedan en reposo, los dedos se juntan flexionándose ligeramente.
Diríamos que quien se siente feliz se convierte en “una bola” porque sus músculos flexores se hinchan por efecto de la circulación más activa y el tono muscular más fuerte.
La persona inhibida muestra unos gestos rígidos, defensivos, lentos, vacilantes y sus movimientos se reducen al mínimo, cuando la persona está muy angustiada permanece prácticamente inmóvil. Por el contrario, la persona feliz es expansiva, sus movimientos son de avance, muestra gestos decididos, rotundos y amplía su círculo de influencia.
Hay países y razas en donde las personas gesticulan más, es algo cultural y habitual. Sin embargo cuando las personas gesticulan de forma excesiva puede ser un índice de falta de control sobre sí mismo y sus continuos gestos cansan hasta agotar a quién la escucha.
En cambio las personas más sensibles inteligentes y evolucionadas se suelen comunicar de forma más pausada con pequeños movimientos de los músculos de la cara y especialmente con la mirada.
Los gestos bruscos, desordenados e incoherentes tienden a desmagnetizar, mientras que los gestos armoniosos cargan de energía.
Todos hacemos alguna valoración de la persona a la que damos la mano, hay manos duras o blandas, cálidas o frías, humadas o secas, grandes o pequeñas, nerviosas o tranquilas, fuertes o débiles.
Según sea la sensación que experimentamos al dar la mano por primera vez a una persona, podemos conocer bastante cómo será nuestra relación con ella, cómo será nuestro nivel de entendimiento y de qué forma podemos facilitar nuestra manera de comunicarnos.
Fuente: Josep Fàbregas
Pinturas: Vicent Giarrano
Mamen Lucas
Núria Batlle
Ona Daurada