La mayoría de la gente encuentra su pequeño hueco en la vida, una zona de confort dentro de la cual se siente a salvo. Dentro de los confines de su zona de confort, la gente puede hacer lo que le plazca sin que ello represente demasiada molestia; pero en cuanto se aventura a salir fuera de esos muros, aparece el miedo.
La gente se parece un poco a los peces de colores porque al igual que éstos, sólo crece en relación con el tamaño de la pecera en que los meten.
Si colocas a un pez de colores en una pecera pequeña, crecerá muy poco; sin embargo, si lo pones en una pecera grande crecerá mucho más; lo suficiente para adaptarse a ella. Y si lo colocas en un estanque, crecerá aún más.
La pecera, en este caso es nuestra metafórica zona de confort; es decir que para crecer tendríamos que ampliar continuamente las dimensiones de la pecera. Aunque al principio resulte incómodo, es la única manera que hay de hacerlo. Es natural que a la pecera más grande vaya unida una mayor responsabilidad, ya que esto es una condición inherente a todo proceso de expansión.
Si amplias tu zona de confort darás más interés y más perspectiva a tu vida.
Cuando sales de tu zona de confort, no la pierdes, en realidad la remplazas por una nueva, más amplia; y cuando ésta se rompa será remplazada por otra, y así sucesivamente. En realidad no se pierde nada y sí se gana mucho.
“No podemos convertirnos en lo que queremos ser, permaneciendo en lo que somos en la actualidad.”
Max DePree
Imagen: Alejandra Caballero
Núria Batlle
Ona Daurada