El inventario del abuelo – Reflexión

El inventario del abuelo (Reflexión) from Ona Daurada on Vimeo.

A mi abuelo aquel día lo vi distinto. Tenía la mirada enfocada en lo distante.

Casi ausente. Pienso ahora que tal vez presentía que era el último día de su vida.

Me aproximé y le dije:

-¡Buenos días, abuelo!

Y él extendió su mano en silencio. Me senté junto a su sillón y después de unos instantes un tanto misteriosos, exclamó:

-¡Hoy es día de inventario, hijo!

-¿Inventario? -pregunté sorprendido.

-Sí, el inventario de ¡tantas cosas perdidas! Siempre quise ha­cer muchas cosas y luego nunca las hice por no tener la volun­tad suficiente para sobreponerme a mi pereza. Recuerdo aque­lla chica que amé en silencio durante cuatro años, hasta que un día se marchó del pueblo sin yo saberlo. También estuve a punto de estudiar ingeniería, pero no me atreví. Recuerdo tantos mo­mentos en que he hecho daño a otros por no tener el valor necesario para hablar, para decir lo que pensaba. También me acuerdo de que en ciertas ocasiones me faltó valentía para ser leal. Y las pocas veces que he dicho a tu abuela que la quiero, y la quiero con locura. ¡Tantas cosas no concluidas, tantos amores no declarados, tantas oportunidades perdidas!

Luego, su mirada se hundió aún más en el vacío, se le hume­decieron los ojos, y continuó:

-Este es mi inventario de cosas perdidas, la revisión de mi vida. A mí ya no me sirve. A ti sí. Te lo dejo como regalo para que puedas hacer tu inventario a tiempo.

Luego, con cierta alegría en el rostro, continuó:

-¿Sabes qué he descubierto en estos días? ¿Sabes cuál es el pecado más grave en la vida de un hombre?

La pregunta me sorprendió y sólo atiné a decir, con inseguri­dad:

-No lo había pensado. Supongo que matar a otros seres hu­manos, odiar al prójimo y desearle el mal.

Me miró con afecto y me dijo:

-Pienso que el pecado más grave en la vida de un ser huma­no es el pecado por omisión. Y lo más doloroso, es descubrir las cosas perdidas sin tener tiempo para encontrarlas y recuperarlas.

Mi abuelo murió aquella misma tarde. Al día siguiente, des­pués del entierro del abuelo, regresé temprano a casa para hacer con calma mi propio «inventario» de las cosas perdidas, de las cosas no dichas, del afecto no manifestado y empezar a ponerle remedio.

J.Soler-M.Conangla

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