Todo lo que hacemos, por muy duro y extenuante que sea, puede convertirse en un juego.
Existen cuatro interrogantes filosóficos fundamentales.
El primero es: ¿Quién lo empezó?
El segundo es: ¿Vamos a hacerlo?
El tercero: ¿Dónde vamos a ponerlo?
Y el cuarto: ¿Quién va a limpiar?
La limpieza es una de las ocupaciones menos agradable que existe.
Supón que cuando te dispones a limpiar, abordas la actividad de lavar los platos con un espíritu totalmente distinto.
El arte de lavar platos consiste en que sólo hay que lavar uno a la vez.
Si lo haces día tras día, tienes en el ojo de tu mente una enorme cantidad de platos sucios que has lavado en los años anteriores y una enorme cantidad de platos sucios que lavarás en los años futuros.
Pero si haces que tu mente se concentre en la realidad del ahora, del momento presente, sólo tienes que lavar un plato, el único plato que habrá que lavar por siempre jamás.
Ignora el resto, porque en realidad no existe el pasado ni el futuro.
No hay más que el presente.
Así pues, lava ese único plato y en vez de pensar: “¿Lo he lavado cómo mi madre me enseñó?”, convierte el movimiento de limpiarlo en una danza, haciendo girar el plato, dejando que lo cubra el agua del aclarado y colocándolo en la rejilla…, estableciendo un ritmo.
Así se convierte en un juego.
Un músico hindú dice que la comprensión de la música estriba en comprender una sola nota, poder sentarse durante horas y horas trabajando con una sola nota a la vez.
Profundizar en esa nota y escucharla.
Escuchar de veras, meterte en el sonido.
No importa que eso requiera mucho tiempo, ni que tengas que hacer lo mismo durante horas, porque estás completamente absorto en escuchar el sonido que produce ahora, esa nota.
Este es el verdadero secreto de la vida: estar completamente entregado a lo que hacemos aquí y ahora.
Y en vez de llamarlo trabajo comprender que se trata de un juego.
Fuente: “El gurú tramposo” Alan Watts