Nos imaginamos en un lugar al aire libre.
Dejamos que poco a poco la naturaleza vaya entrando en nosotros, vaya siendo parte de nuestro ser, respiramos naturaleza, hasta que sentimos que somos la naturaleza.
Con esta sensación nos adentramos en aquel bosque que tú desees, en aquel bosque que a ti más te guste, en ese lugar donde tú quieres estar.
Vamos caminando por un pequeño sendero, el camino resulta fácil, la temperatura es agradable y corre una ligera brisa reconfortante, es decir, es un maravilloso paseo, te sientes libre y en armonía con todo.
A un lado del sendero hay una espeso bosque con árboles altos y robustos, fíjate en como son esos árboles, en como te sientes cuando caminas entre ellos y cuando tu quieras elije uno, el que te apetezca, abrázalo, rodéalo con tus brazos y deja que toda la tranquilidad y la frescura del árbol penetre dentro de ti, después de unos instantes, comienzas a notar una energía potente que transcurre por tu cuerpo, es la energía de la fortaleza, la fuerza que el árbol comunica a todo tu cuerpo.
Cuando creas que has llenado todo tu ser de esa fortaleza, mira hacia el otro lado y veras delante de ti, un extenso prado verde, con la hierba muy alta, corre y juega, túmbate en el suelo y aspira el olor a hierba. Fíjate en unos pajarillos que sobrevuelan por encima de tu cabeza y unas mariposas que revolotean a tu alrededor.
Descansa un momento acostado en ese prado y mira todo lo que te rodea escucha todos los sonidos, se respira calma y tranquilidad, pon tu atención en la energía que desprende ese lugar, deja que invada todo tu cuerpo, quizás sientas un calor dentro de ti, es la energía del amor, la energía de la ternura, llena todo tu ser de esa ternura.
Continuamos nuestro camino y llegamos a pequeño bosque, los árboles son mas bajos aunque mas frondosos, estamos en “el bosque encantado”.
Nos adentramos en él y nos sentimos muy alegres y contentos, sentimos o cosquillas muy suaves por todo nuestro cuerpo y cómo las ramas de los árboles van rozándonos, a veces se oyen unas risas contagiosas. Es el bosque de los duendes y de los elfos.
Los duendes son criaturas consideras como una raza de dioses de la naturaleza y de la fertilidad, son de gran belleza y les encantan hacer travesuras a los seres humanos.
Y los elfos son humanoides de apariencia frágil y delicada, orejas puntiagudas, piel pálida y ojos almendrados. Viven cientos de años, incluso se piensa que son inmortales. Tienen mucha destreza y agilidad en sus movimientos, se mueven con gracia y delicadeza y, de un modo tan sutil y silencioso, que a veces es imposible detectar su presencia.
Conocen muy bien los bosques y sus vestiduras verdes les permiten camuflarse, además con su infra visión pueden ver sin luz. Son grandes amantes de la música y la poesía y su dulzura y sentido del humor son contagiosos.
Quédate unos instantes disfrutando de estas travesuras y del sentido del humor, siente y respira la energía que despide este lugar y deja que penetre por todos los poros de tu piel.
Ahora, tomate un tiempo para integrar en ti estas energías que has recibido como regalo de la naturaleza.
Son las tres energías más importantes para vivir.
La energía de la fortaleza, la energía de la ternura y la energía de la
travesura o sentido del humor.
Fortaleza sin ternura se convierte en agresividad, la ternura sin fortaleza resulta muy empalagosa, las dos, junto con la travesura, forman el cóctel perfecto.
Mamen Lucas