Cuando nos encontramos frente a un obstáculo que no sabemos cómo resolver o ante un fracaso que no sabemos cómo superar, es porque necesitamos algún recurso que no estamos utilizando. Encontrar este recurso nos obliga a superar los límites que nos marca nuestra identidad. Nuestra identidad es aquello que para nosotros define quienes somos.
Es como si fuéramos actores de teatro y nos pusiéramos, por ejemplo, un disfraz de mosquetero. Si estamos realmente metidos en nuestro papel y alguien nos pregunta por nuestra identidad, por quiénes somos, sin duda contestaremos: “Yo soy un mosquetero”. Si analizamos qué es lo que se le da bien a un mosquetero, en seguida nos daremos cuenta de que es rápido, ágil y muy diestro con su florete. No cabe duda de que un mosquetero tiene una serie de valiosos recursos que son de especial importancia en un combate.
Imaginemos una situación diferente. El personaje que vamos a interpretar ahora es un gran escritor, alguien capaz de inspirar y conmover con su pluma. Alguien capaz de influir a través de sus escritos en la cultura de todo un país o incluso del mundo. Un gran escritor tiene unos recursos fabulosos a la hora de influir, pero no de combatir.
La investigación en psiquiatría y en psicología revela algo fascinante. Hay muchas personalidades dentro de nosotros, hay un gran número de identidades distintas. Cada una de estas personalidades tiene unos determinados recursos y ofrece una serie de posibilidades distintas. Cuando yo me identifico con una de ellas dispongo de los recursos que esta personalidad me ofrece, única y exclusivamente de los que posee; sencillamente no puede ofrecerme lo que no tiene.
No es fácil que nuestra mente acepte esto, porque generalmente nos definimos a nosotros mismos de una manera muy rígida y congelada.
Si nos identificamos plenamente con algún tipo determinado de papel, de personalidad, de identidad, y no somos capaces de resolver una situación, es porque esta identidad no tiene los recursos necesarios para poder resolverla. Imagínate al mosquetero intentando influir con su pluma o al escritor tratando de defenderse con el florete.
En el universo de los arquetipos
Diversos investigadores se dieron cuenta de que hay una serie de arquetipos, una serie de posibles identidades que, cuando las tomamos, nos aportan recursos a los que previamente no teníamos acceso.
Vamos a considerar cuatro arquetipo, los propuestos por Carl Gustav Jung: el guerreo, el mago, el amante y el soberano. Representan cada uno una forma de estar, de sentir y de percibir el mundo. Ellos aportan una perspectiva única a la hora de dar significado a una realidad compleja. Aquello de lo que informan y aquello que proponen es diferente porque cada uno de ellos tiene unos recursos y competencias determinados.
- El arquetipo del guerrero
El guerreo es acción y fuerza. Es el poder aplicado a la construcción de vínculos entre las personas. El guerrero jamás se enfrenta con los demás sino con los límites que le impiden ver las cosas como son en realidad. El guerrero ataca a los prejuicios, a las creencias limitantes, a las conductas violentas.
- El arquetipo del mago
“El mago es el arquetipo que sabe que los milagros existen y que pueden tener lugar en un instante”. El mago sabe que una sonrisa puede devolver en un segundo la ilusión a una persona. El mago sabe que con un simple acto de generosidad se puede devolver la esperanza y que con un sencillo gesto de apoyo se puede devolver la confianza. El mago es creativo y profundamente intuitivo. Además, maneja el sentido del humor con destreza inigualable.
- El arquetipo del amante
El amante es el arquetipo que está conectado con todo, con la Vida. Sabe que las cosas se solucionan con amor. El amante sabe que todos tenemos ilusiones, sueños, preocupaciones, miedos y luchas internas. El amante sabe que, en el fondo, todos somos uno. “El amante sabe que el mejor antídoto del miedo es el amor”.
- El arquetipo del soberano
El soberano es quién sabe por qué estamos aquí. “Él conoce el sentido y la misión de nuestra vida. El soberano lo ve todo con enorme sabiduría. Nos habla de no juzgar. Es el que nos ofrece propuestas sobre cómo orientar nuestra vida para que florezca completamente y alcance su plenitud.
“Los arquetipos no son ficciones, son dimensiones de la persona que hablan de su verdadero potencial”.
Los arquetipos han de estar en equilibrio, para que la persona en su conjunto no sólo esté también en equilibrio, sino para que además sea operativa y capaz de poner en marcha una transformación positiva.
Trabajando con los arquetipos
Te propongo un ejercicio con estos arquetipos.
Lo primordial es que te hagas una pregunta para la que quieras encontrar una respuesta.
Una vez que te has hecho la pregunta, los arquetipos te aportan la perspectiva y los recursos necesarios para contemplar las cosas de una manera diferente a como anteriormente lo habías hecho.
Te propongo que tomes la posición y empieces a percibir la sensación que corresponde al arquetipo con el que te estás identificando y entonces, desde la parte de tu cuerpo en donde más sientas la presencia del arquetipo, comienza una conversación con él:
- Ante esta situación, mi guerrero me dice que…
- Mi guerrero me dice que, por ejemplo, actúe con más generosidad y compasión.
Después de haber trabajado desde la identidad del guerrero, se trabaja desde los otros arquetipos. Te llegan las palabras y las sensaciones sin que tú voluntariamente las estés fabricando…
“En realidad, la utilización de estos arquetipos es una manera de entrar en contacto con nuestro maestro interior”, debido a que:
- Abrimos la mente a la posibilidad de que realmente exista dentro de nosotros una dimensión más profunda de lo que habitualmente consideramos.
- Penetramos en nuestro interior, desconectando del mundo externo.
- Abrazamos el silencio de la reflexión, un silencio que es de la escucha atenta a realidades sutiles que habitan en nosotros.
- Nos posicionamos desde la humildad que implica reconocer que no sabemos y que queremos saber.
La utilización de los arquetipos es un camino para conectar con nuestro auténtico potencial. Mediante la utilización de los arquetipos dejamos de pensar en lo que nos hace sentirnos pequeños e incapaces y descubrimos aquello que necesitamos para empezar a mejorar una determinada situación.
“En algunas ocasiones, aferrarnos a una zona conocida
puede impedirnos adentrarnos en otros espacios
de descubrimiento y evolución.”
Fuente: Mario Alonso Puig
Imagen: Lidia Wylangowska
Núria Batlle
Ona Daurada