La percepción es un proceso complejo que comienza cuando las neuronas sensoriales recogen información del entorno y la envían al cerebro, en forma de impulsos eléctricos. La cantidad de información que nos llega por los cinco sentidos es impresionante, del orden de los 400.000 millones de bits por segundo.
Naturalmente, ni recibimos ni procesamos conscientemente tal cantidad de información; los investigadores dicen que sólo llega a nuestra conciencia unos 2.000 bits. El cerebro, por tanto, tiene que desechar un montón de información sobrante.
Así que realmente no percibimos la realidad; vemos la imagen de la realidad que nuestro cerebro ha construido a partir de la información que le proporcionan los sentidos, junto con infinitas asociaciones sacadas de la red neuronal del cerebro. Depende de cuáles hayan sido tus experiencias y de cómo procesas la información; eso es lo que crea realmente tu mundo visual… El cerebro es el que en última instancia percibe la realidad y crea nuestra interpretación del mundo.
La Dra. Pert, del National Institute of Health, sugiere que no se trata sólo de que sea real lo que creemos; además, el cómo nos sentimos en relación con lo que nuestros sentidos escogen determina cómo vamos a percibir y si vamos a percibirlas. Son nuestras emociones las que deciden a qué vale la pena prestar atención y a qué no.
Las emociones constituyen un atajo para la percepción. Nos proporcionan también la habilidad única de no ver lo que simplemente no tenemos ganas de ver.
Paradigma y percepción
Cuando abro los ojos y miro a mi alrededor, no es “el mundo” lo que veo, sino el mundo que mi equipo sensorial humano es capaz de ver, el mundo que mi sistema de creencias me permite ver y el mundo que a mis emociones les importa ver.
Entonces si construimos la realidad a partir de nuestro almacén prexistente de memoria, emociones y asociaciones, ¿cómo vamos a percibir algo nuevo alguna vez?
La clave está en el conocimiento nuevo. Al expandir nuestro paradigma, nuestro modelo de lo que es real y de lo que es posible, añadimos nuevas opciones a la lista que llevamos en el cerebro. El conocimiento nuevo puede hacer que abramos la mente a nuevos tipos y niveles de percepción y experiencia.
Por ejemplo: ¿cuándo fue la última vez que te dejaste pasmado a ti mismo?, ¿cuándo fue la última vez que hiciste algo exageradamente “raro en ti” que te quedaste con la boca abierta diciendo no puedo creer que yo haya podido hacerlo”?
Una vez que nos damos cuenta de que sólo somos capaces de experimentar la vida dentro de los límites que conocemos de antemano, es evidente que si queremos tener una vida más amplia y rica, si queremos tener más oportunidades para crecer y para conseguir éxito y felicidad, necesitamos impulsarnos a nosotros mismos haciéndonos grandes preguntas, experimentando nuevas emociones y almacenando más información en nuestras redes neuronales.
“La única película que está puesta en nuestro cerebro
es la que tenemos capacidad de ver”
Ramtha
Fuentes: William Arntz, Betsy Chasse y Mark Vicente
Imagen: Aki
Núria Batlle
Ona Daurada