La mayoría de los seres humanos nos enfrentamos a la cuestión de saber si el individuo es tan solo un instrumento de la sociedad o la finalidad de la sociedad. ¿Cómo individuos hemos de ser utilizados, dirigidos, educados, controlados, hemos de ser conformados de una manera determinada por la sociedad y el gobierno, o bien la sociedad, el Estado, existen para el individuo? ¿El individuo es la finalidad de la sociedad, o es tan solo un títere al que hay que enseñar, explotar, enviar al matadero como un instrumento de guerra? Este es el problema al que nos enfrentamos la mayoría. Este es el problema del mundo: si el individuo es un simple instrumento de la sociedad, un juguete de las influencias que son necesarias modelar; o si la sociedad existe para el individuo.
Transformación fundamental
Cómo provocar una transformación fundamental, radical, en la sociedad es nuestro problema, y esta transformación del exterior no se puede producir sin una revolución interior.
No hay esperanza
sin esta constante revolución interior,
porque, sin ella, la acción exterior
se vuelve repetitiva, habitual.
La acción de relación entre tú y los demás, entre tú y yo, es la sociedad, y esta sociedad se vuelve estática, no tiene ninguna cualidad que le confiera vida, mientras no haya esta revolución constante e interior, una transformación creativa y psicológica, y al no existir esta revolución constante interior, es por lo que la sociedad es estática, está cristalizada.
Lo que somos también lo es el mundo
Lo que somos en nuestro interior se proyecta el exterior, al mundo; lo que somos, lo que pensamos y lo que sentimos, lo que hacemos en nuestra existencia cotidiana, se proyecta al exterior, porque la relación entre yo y los demás es la sociedad.
Aquello que somos también lo es el mundo. En nuestra relación con los demás, parece que no tenemos en cuenta este punto. Queremos provocar cambios a través de un sistema o a través de una revolución en ideas o valores que se basan en un sistema y olvidamos que somos nosotros los que creamos la sociedad, que generamos la confusión o el orden con nuestra forma de vivir. Por lo tanto hemos de empezar por lo inmediato: nos hemos de ocupar de nuestra existencia diaria, nuestros pensamientos y sentimientos y actos diarios, que se revelan en la manera de ganarnos la vida y en nuestra relación con las ideas y las creencias.
En relación a las ideas que forman parte de nuestra existencia, creencias y formulaciones cotidianas, ¿es que no nos distorsionan la mente?, ¿es que no reciben una importancia equivocada, una importancia que no tienen por sí solas? Cuando creemos en cualquier forma, sea religiosa, económica o social, en ideas, etc…, en un sistema social que separa al hombre del hombre, forzosamente estamos dando una importancia equivocada a las creencias. Por tanto, el modo en que vivimos puede producir orden o caos, paz o conflicto, felicidad o sufrimiento.
La revolución en la sociedad tiene que empezar
con la transformación interior del individuo.
La revolución constante, creativa, sólo puede producirse en el individuo, no en la sociedad, no en el exterior.
Hemos de redescubrir los valores y construir unos cimientos más esenciales, más sólidos.
¿Por qué se está desmoronando la sociedad?
Uno de los motivos fundamentales es el individuo, cada uno de nosotros ha dejado de ser creativo. Nos hemos convertido en imitadores; copiamos externa e internamente. Para llegar a ser ingeniero, primero hay que aprender el método, y después utilizo el método para construir el puente. Por lo tanto, es necesario que haya cierto nivel de imitación, de copia en el método externo. Pero cuando se produce la imitación interna, psicológica, es evidente que ya no somos creativos. Nuestra educación, nuestra estructura social, todo se basa en la imitación, o sea: me adapto a determinada fórmula social o religiosa. He dejado de ser un individuo; psicológicamente me he convertido en una simple máquina repetidora, con ciertas respuestas condicionadas, según el tipo de sociedad.
Por lo tanto, una de las causas fundamentales de la desintegración social es la imitación, y uno de los factores de esta desintegración es el líder, la esencia del cual es la imitación.
¿No sería importante investigar si nosotros, los individuos, podemos ser creativos?
¿No os habéis dado cuenta que en los momentos de creación, en aquellos momentos relativamente felices de interés vital, no hay ninguna sensación de repetición ni de imitación? Estos momentos siempre son nuevos, creativos, alegres. Así vemos que una de las causas fundamentales de la desintegración social es la imitación, que es el culto a la autoridad.
Fuente: Jiddu Krishnamurti
Imagen: Nadia Tsakova
Núria Batlle
Ona Daurada
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