Una vida integral es aquella en la que quepa tanto el cuerpo como la mente, el alma y el espíritu en su despliegue a través del yo, de la cultura y de la naturaleza.
Conseguir esto es una aspiración importante y muy digna.
La mayor parte de los libros que hablan de espiritualidad, lo hacen de forma tal que la vida espiritual está separada de la vida cotidiana. La espiritualidad no es algo opuesto a la vida, sino que al contrario se halla inmersa en la vida cotidiana, en medio del trabajo, de las fiestas, de la enfermedad, de las vacaciones, del sexo, del dinero y de la familia.
Podemos asumir un enfoque más amable e integral en nuestras vidas.
Obviamente hay momentos en que resulta imprescindible diferenciar provisionalmente las cosas y concentrarse en un tipo concreto de desarrollo, por ejemplo, cuando uno está aprendiendo a cocinar, paseando por la naturaleza o en mitad de un retiro meditativo.
¿Cómo conseguir una vida integral?
La idea básica de una práctica transformadora integral es muy sencilla; cuantas más dimensiones de nuestro ser ejercitemos simultáneamente, más probable es que tenga lugar la trasformación. Se trata de ejercitar todas las dimensiones del ser, las físicas, emocionales, mentales y espirituales en los ámbitos del yo, la cultura y la naturaleza.
Prácticas con el yo para una transformación integral
Existe un amplio espectro de prácticas para ejercitar las distintas olas de la existencia, desde la física hasta la emocional, mental y espiritual.
Ejercicios físicos, como caminar, levantamiento de pesas, Pilates, jogging, Yoga,
Tai-Chi… Así como una alimentación adecuada.
Ejercicios emocionales, tales como Qi gong, Counseling, Coaching, Psicoterapia, Gestalt…
Ejercicios mentales, como afirmaciones y visualizaciones.
Y ejercicios espirituales como la meditación o la oración contemplativa, por ejemplo.
Sin embargo, no debemos centrarnos sólo en el ámbito del yo, sino también en los ámbitos de la cultura y de la naturaleza.
Con respecto al ámbito cultural podemos realizar algún servicio desinteresado a la comunidad, como trabajar en movimientos de ayuda a personas necesitadas, participar en el gobierno local o en centros cívicos. O simplemente ampliando nuestro circulo de relaciones para alentar el desarrollo de uno mismo y él de los demás, en este sentido el dialogo respetuoso constituye, de hecho, un método muy válido para implicar el yo en una danza de comprensión con los demás, para lograr un abrazo realmente integral.
En el ámbito de la naturaleza, nos lleva a considerar la naturaleza no como una especie de mero escenario en el que tienen lugar nuestras acciones, sino como un elemento que participa activamente en nuestra propia evolución.
Comprometernos seriamente a respetar la naturaleza, en cualquiera de sus múltiples formas, reciclando, protegiendo el medio ambiente y celebrando su existencia. Esto no solo supone honrar la naturaleza sino que también alienta nuestra propia capacidad curativa.
Resumiendo una práctica transformadora integral debería ejercitar todas las partes básicas del ser humano –física, emocional, mental y espiritual- en los ámbitos del ego, de la cultura y de la naturaleza.
Sin olvidar que la meditación constituye un ingrediente esencial
de cualquier práctica auténticamente integral.
Fuente: Ken Wilber
Imagen: Caro Guarinos
Mamen Lucas
Ona Daurada
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