El poder de la precisión en la comunicación

EL PODER DE LA PRECISIÓN EN LA COMUNICACIÓN

 

Alguna vez habrás oído palabras que te sonaron como mágicas. Todos recordamos ocasiones en las que alguien habló con tanta fuerza, precisión y resonancia que sus palabras se quedaron con nosotros para siempre. Así como recordamos las veces que las palabras actuaron sobre nosotros con un poder mágico, también recordamos otras en que nuestra comunicación se estropeó irremediablemente. Tal vez creíamos decir una cosa, pero nuestro oyente entendió la contraria.

El dar las cosas por sabidas es el distintivo del comunicador perezoso. Y es uno de los errores más peligrosos que uno puede cometer en el trato con los demás.

 

EL PODER DE LA PRECISIÓN EN LA COMUNICACIÓN

 

Neblina mental

Nuestro lenguaje consta en gran parte de generalizaciones y de suposiciones. Ese descuido en la expresión puede llegar a vaciar de contenido real casi todas nuestras comunicaciones. Si la gente nos dice con precisión lo que le preocupa concretamente, y nosotros entendemos lo que piden, se podrá hacer algo. Pero si usan palabras vagas y generalizaciones, se pierde uno en la neblina mental. La clave para la eficacia en las comunicaciones consiste en despejar esta neblina, en aventar la hojarasca.

Si queremos  dialogar con eficacia, debemos estar preparados para la aparición de “la hojarasca” y saber formular preguntas que permitan extraer la mayor cantidad posible de información útil.

Un sistema para aventar la hojarasca verbal es el llamado “modelo de la precisión”.

 

EL PODER DE LA PRECISIÓN EN LA COMUNICACIÓN

 

Modelo de la precisión

Su mejor representación gráfica es la regla de las dos manos. Es un mapa de algunos de los callejones más peligrosos en los que solemos meternos. La intención estriba en reconocerlos en seguida cuando se presentan, y reconducirlos en un sentido más conveniente.

 

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Meñiques

Empecemos por los dos meñiques, el derecho lleva la palabra “universales”. El izquierdo, las palabras “todos, siempre, nunca”. Los juicios universales están muy bien… siempre que sean verdaderos. Con frecuencia los juicios universales sirven para perderse en plena hojarasca. Por ejemplo, uno ve un grupo de chicos que alborotan por la calle y dice: “esos muchachos de hoy no tienen educación”. La mayoría de las veces que formulamos juicios universales, saltamos de una verdad limitada a una falsedad generalizada. Esos muchachos tal vez fueran unos alborotadores, pero no todos los chicos lo son. Así que, la próxima vez que oigamos una generalización así, acudamos al modelo de la precisión. Repitamos la oración: “Todos los chicos son unos malos educados”. Preguntémonos: “¿Todos?”.

Anulares

Consideremos ahora los dos anulares y las proposiciones restrictivas”debo, no debo, puedo, no puedo”. Cuando alguien nos dice que no puede hacer algo, envía a su cerebro una señal limitativa, en virtud de la cual, evidentemente, no podrá. Nunca faltan explicaciones cuando les preguntamos a las personas por qué no pueden hacer una cosa o porqué han de hacer algo que no desean. La manera de romper ese círculo vicioso consiste en pregunta: “¿Qué pasaría si fueras capaz de hacerlo?”. De este modo se pone sobre el tapete una posibilidad que hasta este momento pasaba desapercibida.

El mismo proceso actúa para uno mismo en el diálogo interno. Cuando nos decimos a nosotros mismos: “No puedo”, lo que debemos preguntarnos en seguida es:” ¿Qué pasaría si pudiera?”. Además nos podríamos preguntar: “¿Qué me impide hacerlo?”, con lo que se pondría de manifiesto lo que debemos cambiar concretamente.

Dedos medios

Los dedos medios representan los verbos y la pregunta “concretamente, ¿cómo?” Nuestro cerebro necesita señales claras para actuar con eficacia. La hojarasca verbal y la hojarasca mental lo embotan. Cuando hay nos dice: “Me encuentro deprimido”, describe un estado que padece, pero no nos cuenta nada concreto. Hay que pedirle concretamente cómo y cuál es la causa específica. Nuestro interlocutor igual nos dice: “Estoy deprimido por que siempre me sale todo mal en mi trabajo”. En este caso hay que pasar a otra parte del modelo de precisión, pues nos ha dado una respuesta universal que probablemente no sea verdadera, de manera que debemos insistir: “¿Te sale todo mal siempre?”.

Dedos índices

Los dedos índices representan los nombres y la pregunta: “¿Quién concretamente o qué concretamente?”.

La indefinición en los nombres es hojarasca de la peor especie. Cuántas veces hemos oído decir; “No me comprenden” o “No quieren darme una oportunidad”. Pues bien, ¿quiénes son “ellos” en concreto? Cuando no sabe quiénes son “ellos” se siente uno desvalido e incapaz de dominar la situación. Fijarse en lo concreto es una manera de recuperar el control.

Los pulgares

Los pulgares representan la última parte del modelo de la precisión. Uno de los pulgares dice: “Demasiado, demasiados, demasiado caro”; el otro dice: “Demasiado ¿comparado con qué?”. Cuando decimos: “Demasiado, demasiados, demasiado caro” empleamos una forma de supresión, a menudo basada en alguna construcción arbitraria que fuera de nuestro cerebro no tiene ningún fundamento.

Podemos refutar tales generalizaciones por medio de una comparación.

 

EL PODER DE LA PRECISIÓN EN LA COMUNICACIÓN

 

Todas nuestras comunicaciones con los demás y con nosotros mismos deben provenir que todas las cosas ocurren por algo, y pueden servir para favorecer a nuestros propósitos.

Cuando componemos un rompecabezas y una pieza no encaja, por lo general no se toma eso como un fracaso i dejamos de jugar, sino que lo tomamos como información y buscamos otra pieza que parezca más prometedora… Nos conviene aplicar esa misma regla a nuestras comunicaciones.

Fuente: Anthony Robbins

Imagen: Nicolás Odinet

Núria Batlle

Ona Daurada

 

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