Las células son como humanos en miniatura. Las recientes investigaciones demuestran que las células individuales se regulan en función de su percepción del entorno, lo mismo ocurre con los seres humanos, formados así mismo por billones de células. Al igual que en las células aisladas, el carácter de nuestra existencia se ve determinado no por nuestros genes, sino por nuestra respuesta a las señales ambientales que impulsan la vida.
La vida de una célula está regida por el entorno físico y energético, y no por sus genes. Los genes no son más que “planos” moleculares utilizados para la construcción de células, tejidos y órganos. Es el entorno el que actúa como el “contratista” que lee e interpreta esos planos genéticos y, a fin de cuentas, como el responsable último del carácter de la vida de una célula. Es la “percepción” del entorno de la célula individual, y no sus genes, lo que pone en marcha el mecanismo de la vida.
Los seres humanos poseen una gran capacidad para aferrarse a las falsas creencias con fanatismo y tenacidad. El hecho de que nuestro sistema nervioso esté comandado por un cerebro enorme significa que nuestra conciencia es más complicada que la de una célula individual. Las extraordinarias mentes humanas pueden elegir distintas formas de percibir el entorno, a diferencia de las células individuales, cuya percepción es más refleja.
Puedes cambiar tu vida mediante el simple hecho de cambiar tus creencias. Hay un sendero científico que nos puede alejar de la posición de “víctima”.
Al correlacionar la anatomía microscópica de la célula con su comportamiento, se llega a descubrir la naturaleza de la Naturaleza.
La premisa científica de que los genes controlan la vida, tiene un error fundamental: los genes no se pueden activar o desactivar a su antojo, los genes no son “auto emergentes”. Tiene que haber algo en el entorno que desencadene la actividad genética.
La Epigenética
La Epigenética, un nuevo campo biológico que estudia los mecanismos moleculares mediante los cuales el entorno (la naturaleza) influye en el comportamiento de las células sin alterar su código genético. Es hoy en día una de las áreas más activas de investigación científica.
Tal vez nos consideremos entes individuales, pero en realidad somos una comunidad cooperativa de unos cincuenta billones de ciudadanos celulares. La práctica totalidad de las células que constituyen el cuerpo humano se parecen a las amebas, unos organismos individuales que han desarrollado una estrategia cooperativa para la supervivencia mutua. En términos básicos, los seres humanos no somos más que la consecuencia de una “conciencia colectiva amebiana”. Al igual que una nación refleja los rasgos distintivos de sus ciudadanos, la humanidad debe reflejar la naturaleza básica de nuestras comunidades celulares.
La biología contemporánea presta muy poca atención a lo importante que es la cooperación, ya que sus raíces darwinianas enfatizan la naturaleza competitiva de la vida.
Utilizando estas comunidades celulares como modelos, se concluye que no somos las víctimas de nuestros genes, sino los dueños y señores de nuestros destinos, capaces de forjar una vida llena de paz, felicidad y amor.
La nueva biología.
Por un lado, el neodarwinismo considera la vida como una guerra interminable entre robots bioquímicos de batalla. Al otro lado se encuentra la “nueva biología” que propone la vida como un viaje de cooperación entre individuos poderosos que pueden reprogramarse a sí mismos para experimentar una vida llena de alegría. Si llegamos a entender la verdad de la nueva biología, ya no será necesario discutir sobre el papel del medio y de la herencia por separado, porque nos daremos cuenta que la mente consciente domina ambas cosas. Cuando esto ocurra, la humanidad experimentará un cambio tan profundo y paradigmático como cuando la realidad de que la Tierra era redonda irrumpió en una civilización plana.
Las células son organismos inteligentes que pueden sobrevivir sin ayuda. Estas células inteligentes tienen una misión y un propósito: buscan activamente entornos que permitan su supervivencia y evitan los que les resultan tóxicos u hostiles. Las células seleccionan las respuestas adecuadas que aseguren su supervivencia.
Las células individuales también son capaces de aprender de estas experiencias ambientales y de crear una memoria celular que transmitirán a su descendencia.
Nuestras células se ven afectadas por nuestros pensamientos gracias a los efectos bioquímicos de las funciones cerebrales.
Los genes y el ADN no controlan nuestra biología, sino que es el ADN el que está controlado por las señales procedentes del medio externo celular, entre los que destacan los poderosos mensajes que provienen de nuestros pensamientos.
Nuestro cuerpo puede cambiar realmente si reducamos nuestra forma de pensar.
Si somos capaces de comprender cuántas de las creencias que impulsan nuestra vida son falsas y autolimitantes, y sentirnos motivados a cambiar dichas creencias. Podemos recuperar el control de nuestra vida y encaminarnos hacia una existencia sana y feliz.
Tengamos presente el comportamiento de nuestras células
y la idea de que las células son como humanos en miniatura.
Fuente: Bruce H. Lipton
Imagen: Vladimir Kush
Núria Batlle
Ona Daurada
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