Lo cierto es que la verdadera felicidad está en el amor, pero el amor no es el modo de amar al que estamos acostumbrados; normalmente desconocemos lo que es el amor. El amor rompe todas las ilusiones, las deshace hasta el extremo de no quedar ni siquiera el que está ilusionado. No sólo rompe las ilusiones, sino incluso el sujeto que mantiene esas ilusiones desaparece. Y entonces reina exclusivamente el amor.
El amor no puede andar con arreglos psicológicos. Lo hacemos, pero al adaptarlo, desde luego, pierde su realidad, se convierte en algo imaginado o pensado. Por tanto no tiene el efecto totalizador que debiera, ya que el amor libera, el amor es libertad total. Por desgracia lo entendemos al revés, queremos estar atados al amor, queremos estar dependiendo del amor, pero el amor no depende de nada, precisamente porque lo incluye todo y cuando nada queda fuera no se depende de nada.
Apego y dependencia
Si amo una cosa pero otra no, dependo de lo que amo y dependo también de lo que no amo. Y estaré recibiendo la lección del apego que tengo, porque el otro no responderá de la manera que quiero y también la lección de aquello que no amo. Por eso siempre que amo a alguien o a algo soy dependiente. Mientras que cuando no amo, sino que permito que el amor sea, entonces no hay nadie que dependa de nada, el amor se expresa, es el perfume de la vida.
La vida se expresa en amor porque es una y no hay en ella separación.
Cuando a través de nuestra mente personal surge toda la variedad de situaciones que crean el mundo, nos equivocamos al creer que ésa es la realidad, y también al identificarnos con ella. Por eso el amor, el verdadero amor que es libre, está constantemente deshaciendo cualquier apego, cualquier dependencia. Apegos y dependencias, aunque nos parezca, están creadas por el sentimiento de amor, nos mantienen sumidos en un mar de ilusiones emocionales. Esas emociones oscilan entre positivas y negativas. Cuando son positivas parece que voy bien pero siguen siendo egocentradas. Si las emociones son negativas me pongo en contra, las detesto. Pero las emociones negativas corresponden a eses emociones positivas egocentradas que añoro; son la otra cara de la misma moneda. Al amor le corresponde el odio, por ejemplo, a la alegría le corresponde la tristeza; así toda emoción positiva tiene su opuesto en una negativa.
Lo real no tiene opuestos
Podemos ver que no son reales ni la emoción positiva ni la negativa, porque lo real no tiene opuesto. No se expresa esto como un dogma, ni como una hipótesis científica. El hecho de que lo real no tenga opuesto es algo que se comprueba cuando se profundiza en el silencio. Cuando se van cayendo las emociones, al entrar en el silencio de la conciencia se deshacen los opuestos. Allí no hay amor ni odio, ni lo bueno ni lo malo, ni el placer ni el sufrimiento, ni lo que me gusta y lo que no me gusta. Sólo lo que es existe allí. Y lo que es plenitud, sin carencia, sin oposición, es puro amor sin opuesto.
Sin sabiduría no hay verdadero amor.
Sin sabiduría, el amor que existe
es el amor convencional, con apegos
Fuente. Consuelo Martín
Imagen: Jane Deleford
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