El placer es un componente importante de la calidad de vida
pero por sí mismo no trae la felicidad.
El placer es un sentimiento de satisfacción que uno logra cuando la conciencia nos informa de que hemos logrado alcanzar las expectativas biológicas o sociales.
La comida sabe mucho mejor cuando tenemos hambre, descansar por la noche después de un día duro de trabajo y de las continuas informaciones que recibimos es muy relajante y cuando hacemos un viaje o cualquier cosa que rompa nuestra rutina es muy placentero.
El sueño, el descanso, el alimento y el sexo son reconstituyentes que ordenan nuestra conciencia, que recomponen nuestro desorden interior o entropía psíquica, esa desorganización de nuestra personalidad provocada por la intrusión de las necesidades del cuerpo. Pero no producen crecimiento psicológico. No nos enriquece como personal.
El placer nos ayuda a mantener el orden pero,
por sí mismo, no puede crear un nuevo orden de conciencia.
Las experiencias que dan placer pueden dar también disfrute, pero las dos sensaciones son bastante diferentes
Si nos preguntamos que hace que nuestra vida sea más agradable, entonces vamos más allá de los momentos divertidos, llegamos a recordar otras experiencias que se superponen con las experiencias placenteras y que catalogamos con un nombre distinto: el disfrute.
Lo que nos hace disfrutar ocurre cuando no solamente hemos cumplido alguna expectativa o deseo sino que ha ido más allá de lo que habíamos programado y aparece algo inesperado, tal vez algo que nunca habíamos imaginado.
El disfrute está caracterizado por un movimiento hacia delante, por un sentimiento de novedad y de realización.
Todos sentimos placer al comer pero disfrutar del alimento es más difícil. Un gourmet disfruta comiendo como cualquiera que ponga la atención suficiente para discriminar los distintos sabores y sensaciones.
Después de un suceso agradable sabemos que hemos cambiado,
que nuestra personalidad ha crecido,
que de alguna manera ha aumentado nuestra complejidad.
Podemos experimentar placer sin invertir en ello energía psíquica, es decir, sin poner atención
Esto es así, porque la atención es lo que determina que aparece o no en nuestra conciencia y también porque es necesaria para que sucedan actos mentales como los recuerdos, los pensamientos, los sentimientos y las decisiones.
La atención es la energía sin la cual no podemos trabajar en nada, por eso la definimos como energía psíquica, la herramienta más importante para mejorar la calidad de la experiencia.
Una persona puede sentir placer, sin realizar esfuerzo alguno, si los centros apropiados de su cerebro se estimulan eléctricamente o como resultado de la estimulación química de la droga. Pero es imposible disfrutar de un partido de tenis, de un libro o de una conversación a menos que la atención esté totalmente concentrada en esa actividad.
El placer no es duradero y no hace crecer nuestra personalidad.
Influencia del aprendizaje en el placer y el disfrute
Durante los primeros años de nuestra vida somos una “pequeña maquina de aprender”, cada movimiento, cada palabra es un nuevo reto que va formando la complejidad de nuestra personalidad.
Esta conexión natural entre el crecimiento y el disfrute tiende a desaparecer con el tiempo. Quizás porque aprender deja de ser agradable al convertirse en una imposición externa del proceso educativo y en consecuencia, la excitación que se produce al dominar nuevas habilidades desaparece gradualmente.
Puede ocurrir, que nos quedemos dentro de los limites estrechos de la personalidad que hemos desarrollado hasta llegar a adolescentes, o que nos suponga mucho esfuerzo invertir la energía psíquica suficiente y acabemos por no disfrutar de la vida, entonces, sólo el placer es nuestra fuente de experiencias positivas.
Sin el disfrute la vida puede soportarse, e incluso puede ser placentera, pero dependerá de la suerte y de la cooperación del ambiente externo.
Para ganar control personal sobre la calidad de experiencia,
se necesita aprender a cómo encontrar disfrutar en lo que sucede día a día.
Fuente M. Csikszenmihalyi
Imagen: Inma Merino.
Mamen Lucas
Ona Daurada
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