Después de unas respiraciones profunda para relajarnos, tomamos conciencia detallada de nuestro cuerpo físico.
Hacemos hincapié en cada parte de nuestro cuerpo, cabeza, torso y extremidades; de nuestra piel y nuestros huesos, así como de todo y cada uno de nuestros órganos.
Sentimos como está formado cada parte por células que a vez están formadas por moléculas y estas por átomos.
Cada átomo es en su mayor parte vacío, conteniendo una especie de partículas que continuamente están vibrando y estas partículas, según la física cuántica solo son entes energéticos en vibración, realmente somos en la mayor parte vacío, con una ínfima parte de materia en continuo movimiento y vibración.
Además sabemos que la materia no es ninguna sustancia, sino solo una forma de energía, todo es un campo energético o campo cuántico que cuando su concentración es alta constituye la materia.
Sentimos esta sensación en todo nuestro ser, en nuestro cuerpo físico, emocional, mental y energético.
Nos disociamos de nosotros mismo y penetramos por nuestro plexo, allí vemos un gran disco dorado semejante al Sol, y notamos como podemos sentirnos cuando somos parte del Sol, la energía, la luz dorada, el calor, la sensación de producir vida…
Luego percibimos encima otro disco algo menor de color plateado similar a la Luna, y notamos la sensación de ser parte de la Luna, la paz, el frescor, la tranquilidad, la quietud…
Encima de ese disco vemos una hermosa flor de loto, de pétalos blancos aterciopelados y en el centro de esa flor hay una pequeña llama, parecida a la llama de un mechero, visualizamos como empezamos a menguar, a ser cada vez mas pequeños, hasta alcanzar el tamaño de esta llama, que es la “Esencia Divina”, y nos introducimos dentro de ella, vamos sintiendo como esta llama se va transformando en una silaba, la silaba divina “OM”.
Una vez que sentimos que somos esta silaba, Visualizamos como esta se va convirtiendo en un punto y este punto se va haciendo cada vez más pequeño, hasta que llega un momento en que desaparece.
Sentir la experiencia de no ser nada, de haberse unido con ese campo vacío en el que solo está la Presencia Divina, en el que sólo somos conciencia, la pura Conciencia del Ser.
Cuando esta sensación nos invade por completo, notamos como en ese vacío está nuestro cuerpo físico, nuestros pensamientos, nuestros deseos,
la habitación donde nos encontramos, nuestros compañeros, el lugar donde estamos, nuestras ideas, nuestros conceptos, todo lo que sabemos, todo lo que sentimos y todo lo que somos, que ahí está el Sol, la Luna, los planetas, las estrellas, las galaxias, en fin, todo el Universo.
Así comprobamos en nosotros mismos como:
“El vacío es la forma y la forma es el vacío”.
Imagen: Max Loffler
Mamen Lucas
Ona Daurada
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