Debemos preguntarnos en qué consiste la comunicación. Comunicar consiste, sustancialmente, en transmitir una idea o un pensamiento, del modo más inalterado posible, de un emisor a un receptor.
De hecho, lo que ocurre normalmente en todo acto comunicativo puede resumirse de esta manera:
Pienso 100 – expreso 70 – llega 40 – entienden 30 – recuerdan 10
- Pienso 100: cuando tenemos que decir algo o exponer una idea, aunque sea en una fracción de segundo, nuestra mente piensa en lo que va a decir. Recoge las ideas para poder realizar una exposición clara y concisa de los conceptos. Asignamos, idealmente, un valor de 100 a esa idea que debemos comunicar.
- Expreso 70: cuando nos expresamos, debemos decodificar nuestros pensamientos a través de la palabra, lo cual no siempre resulta sencillo. De hecho, nuestro pensamiento se filtra y transforma mediante las palabras. Cada dificultad de expresión encontrada hará menguar inmediatamente, en nuestro interlocutor, el valor de salid atribuido al pensamiento que queríamos comunicar. La misma lengua, a veces, no nos permite enviar directamente una idea: ¿no le ha pasado nunca que no encuentra las palabras adecuadas? Todo esto provoca una sucesiva merma en el valor de su comunicación. Podemos atribuir, por lo tanto, u valor indicativo de 70 a nuestra idea.
- Llega 40: cuando habla, ¿está convencido de que quién le escucha está atento a lo que dice? Imaginemos que hablamos mirando a una persona a los ojos o que nos comunicamos con ella por teléfono, o bien a través de la televisión o la radio. Cuando mayor sea el filtro que se interponga entre nosotros y nuestro interlocutor, más “mediatizada” estará la comunicación, no será inmediata. Es suficiente incluso un momento de distracción para perder detalles importantes. Es obvio pensar que también en este paso comunicativo se pierde un poco del valor original de nuestra idea, que llegará a nuestro interlocutor con un valor indicativo igual a 40.
- Entienden 30: cuando el mensaje llega a nuestro interlocutor, no podemos dejar de tener en cuenta su realidad cultural, su grado de comunicación y su experiencia. Todas las variables influyen, positiva o negativamente, en la comprensión. Suponiendo también en este caso una pequeña merma, llegamos a un valor de aproximadamente el 30% de lo que habíamos pensado al principio.
- Recuerdan 10: ¡el 10%! Esto es, estadísticamente, lo que recordaran nuestros interlocutores de lo que hemos dicho al día siguiente.
Es posible objetar algo sobre los valores puntuados de cada estado en particular; sin embargo, es el 10% finalmente el porcentaje sobre el que están de acuerdo la mayoría de los expertos. De todos modos, el significado de esta regla es otro: sea como sea, la mayor parte de lo que comunicamos se pierde por el camino. Aprender a comunicar significa conseguir realzar, al menos, los valores mencionados. No obstante, muchos confunden la capacidad de comunicar con el arte de la oratoria y del saber hablar, cuando existe una diferencia abismal entre ambos.
Tanto en la vida como en el trabajo o en el estudio, no es importante sólo aquello que se dice, sino también, y sobre todo, ¡cómo se dice! Una misma propuesta, en función de quién y cómo sea presentada, puede resultar más o menos atractiva, y obtener de este modo resultados diametralmente opuestos.
Para ser capaz de comunicar eficazmente es fundamental aprender a suscitar emociones.
De hecho, comunicar más que hablar significa transmitir emociones, dar vida a estados de ánimo, implicar, obtener la aprobación, convertirse en lo suficientemente irresistible como para provocar una acción.
Fuente: Stefano Di Benedetto
Imagen: Franck Ayroles
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