La representación gráfica de la relación que existe entre la habilidad (y habitualmente también el rendimiento) mental y es espectro de estados de ánimo asume la forma de una U invertida. La alegría, la competencia cognitiva y el rendimiento excelente ocurren el a cúspide de la figura. En uno de los extremos de una pata se encuentra el aburrimiento y, en la otra, la ansiedad. Por eso, cuando mayor es la apatía o la angustia que experimentamos, peor es nuestro rendimiento.
La Teoría de la U invertida
Los retos que despiertan nuestro interés nos sacan del estupor del aburrimiento, aumentan nuestra motivación y focalizan nuestra atención. La cúspide del desempeño cognitivo se da en el punto superior de la motivación, es decir, en el punto en que intersectan la dificultad de la tarea y nuestra capacidad de responder adecuadamente. Más allá de este punto de óptima eficacia cognitiva, el reto empieza a superar nuestra capacidad, se intensifica el estrés y nos adentramos en la parte negativa de la U invertida.
Este cambio neuronal del control de la vía superior a la vía inferior explica precisamente la forma de U invertida. Tengamos en cuenta que la U invertida refleja el impacto sobre el aprendizaje y el desempeño de esos dos diferentes sistemas neuronales. Ambos aparecen cuando el aumento de atención y motivación estimulan la actividad de los glucocorticoides. Por eso el nivel sano de cortisol alienta el compromiso. En este sentido, los estados de ánimo positivos desencadenan una concentración de cortisol (de ligera a moderada) que caracteriza al mejor aprendizaje.
Cuando el estrés va más allá de ese punto óptimo en el que las personas aprenden y funciona mejor, irrumpe un segundo sistema neuronal que segrega la elevada tasa de norepinefrina característica del miedo. A partir de este punto –que jalona el inicio de la caída en el pánico-, la intensificación del estrés no hace más que empeorar nuestra eficacia y desempeño mental.
Cuando las hormonas ligadas al estrés superan una determinada tasa crítica, se dispara el funcionamiento de la amígdala, al tiempo que disminuye el de las regiones prefrontales, que pierden entonces su capacidad para contener los impulsos dirigidos por la amígdala.
Más allá, sin embargo, de ese punto –es decir, más allá del punto en el que el reto todavía es proporcional a nuestra capacidad-, la ansiedad no hace más que erosionar nuestras capacidades cognitivas.
Los sentimientos negativos debilitan la empatía y el interés.
El funcionamiento más adecuado de la vía superior se produce en un rango de estrés que va de bajo a moderado, más allá del cual se dispara el funcionamiento de la vía inferior.
Fuente: Daniel Goleman
Imagen: Dorian Vallejo
Núria Batlle
Ona Daurada
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